En moto por Laos (parte 1): El Bolaven Plateau ¡Una experiencia auténtica!

¿Conoces esa sensación de libertad absoluta y felicidad porque estás haciendo realmente lo que te gusta? Eso es lo que me ocurrió en mi recorrido en moto por Laos. Disfrutar del Bolaven Plateau con paisajes fantásticos, cascadas impresionantes y gente maravillosa en los pueblos a lo largo del camino hacen que me lleve un recuerdo imborrable de esta parte de Laos. La segunda parte, donde fui desde Pakse a las ruinas de los templos Wat Phou en Champasak, la dejo para el próximo post. ¡500 km de aventura on the road!

Tras unos días en el sur de Laos relajándome en las 4000 islas, era momento de pasar a la acción y recorrer parte de Laos en moto. Con lo que yo disfruto encima de una, explorando y perdiéndome por lugares remotos, estaba deseando salir a la carretera. La ciudad base es Pakse, de la que hablo en profundidad en la segunda parte, donde dormí por 4 euros y la moto la alquilé por 5 € al día. La ruta por el Bolaven me llevaría 3 días.

El primer día fue el de menos recorrido pero el que más disfruté ya que tuve más tiempo para pararme y compartir momentos con la gente local.

Aparco la moto, entro en el pueblo, aldea mejor dicho, y se me acercan mil niños corriendo con una felicidad en la cara indescriptible. Me tiro un buen rato jugando con ellos, ‘hablando’ con las familias -¡lo de hablar es una forma de decirlo porque la comunicación es complicada!- y terminamos todos partiéndonos de risa. ¡Esto no tiene precio!

Hay una cosa por la que seguro no se pueden preocuparse en Laos. ¡El índice de natalidad! Madre mía, los chavales salen de debajo de las piedras, y lo mejor de todo, con una sonrisa de oreja a oreja que te contagian al instante. ¿Son para comérselos o no? Encima a ellos y familias enteras les encanta hacerse fotos. Y luego verse en el móvil o cámara.

Con todo el repertorio fotográfico podría hacer un post solo con fotos de niños de la zona, ¡pero tendré que elegir unas pocas!  Y es que lo que transmiten esos enanos no lo transmite ningún otro.

El principal atractivo turístico de esta zona son las numerosas cascadas que te encuentras por la zona. Unas de pago y otras no. Algunas impresionantes y otras no tanto. El primer día fui a Tad Phasuam, Tad Hang, Tad Soung y Tad Lo.

Esta última es el lugar donde dormí la primera noche, en el Mama Pap Guesthouse. 2 euros. 1 cada uno si vas en pareja. ¡Ridículo! Recomiendo comer ahí, platazos gigantes. Yo tomé el Pancake Banana & Chocolate. Todavía estoy lleno ;)

Otro consejo es ir a ver como bañan a los elefantes en el río en el Hotel Tadlo Lodge. Todos los días a las 4:30 pm. El sol tiene un tamaño enorme y precioso color rojizo característico por esta zona, así que después de ver atardecer no tardaría mucho en caer en los brazos de morfeo. ¡El día había sido muy intenso!

Y de nuevo ‘al lío’ para afrontar el segundo día, que iba a ser bastante más duro y largo que el primero. Los paisajes cambiaban según avanzaba y pasábamos del rojo de la tierra al verde de las montañas. Bueno, y al negro. Les encanta quemar todo lo que pillan en medio del bosque, soltando un olor horroroso y quitando encanto al paisaje.

De camino, al ir a preguntar por una de las cascadas, tuve la suerte de que las únicas personas que encontré eran 4 mujeres dándole a la botella. Me cogieron por banda y no me soltaban. ¡Con karaoke y todo! Me invitaron a beber y a comer, pero conseguí huir a tiempo :)

Varias cascadas de camino como Tad Katamtok hasta llegar a Tad Tayicsua, donde dormiría la segunda noche, en un entorno increíble. Conocí a varios viajeros con los que pasé una noche alucinante. Hicimos una hoguera y alrededor del fuego compartimos anécdotas e historias y cantamos, guitarra en mano. ¡Con unas Beerlao por supuesto!

El último día es el que tiene el recorrido menos interesante pero donde se encuentran las cascadas más espectaculares. Tad Yuang y Tad Fane, 100 metros de caída de agua. Ambas con el arco iris presente.

Tuve la ‘suerte’ de que se me rompió el pantalón así que me encontré en el mercado de un pueblo perdido comprándome otro. Me parece a mí que hacía tiempo que no veían un turista por ahí.

Y a lo largo de toda está aventura he visto cruzar la carretera cerdos, patos, vacas, cabras, gallinas, perros, gatos, pollos, búfalos… ¡de todos los tamaños y colores!